El año 1987 el mundo del cine vio nacer una película que supuso un gran adelanto en el panorama de la ciencia ficción, el cine futurista y la forma de hacer cine de acción.

Robocop comenzó a patrullar las calles de un Detroit futurista plagado de delincuencia y corrupción donde imperaba a ley del más fuerte.

El Agente de policía Murphy fué brutalmente asesinado por un grupo de maleantes que casi acaban con él. Lo que quedó de su cuerpo mutilado y con un hilo de vida fue utilizado por un grupo de científicos en colaboración con la policía de la OCP para crear el primer policía cibernético al que llamarían Robocop.

Pero dentro de ese cuerpo de metal latía un corazón y una mente humana. ¿Quién no recuerda a Robocop?.

No sabría decir cuántas veces la he visto, pero todavía hoy día me sigue gustando este personaje. Esa armadura (o cuerpo directamente) que ni las balas podían atravesar, ese muslo del cual se abría una escotilla y servía para guardar su arma y esas frases policíacas que tanto han perdurado en la memoria porque lo único que perseguía Robocop era «Servir al público, proteger a los inocentes y defender la ley».

No conviene ser un delincuente si el agente Murphy patrulla tus calles ya que «vivo o muerto irás con él».